El camino político que espera acordar con el kirchnerismo más allá de marzo de 2023 y el «látigo» para disciplinar a los CEOs más díscolos.

«Del freezer va al congelador, y de ahí a la heladera». La frase, que salió de boca de un alto funcionario nacional, se encamina a ser la metáfora más adecuada para explicar que el congelamiento de precios que busca el ministro de Economía Sergio Massa será, en realidad, algo más importante que la coyuntura urgente: un proceso de estabilización de precios en varios pasos que, según la información a la que accedió Página/12, arrancará en diciembre con valores fijos de una canasta de 1500 productos, pero que tendrá una salida gradual que irá incluso más allá de marzo del 2023. El tema se viene charlando, además de con los privados, en las mesas semanales de debate político y económico de Massa con el kirchnerismo, donde se trabaja en un concepto de «estabilización» que permita dilucidar un sendero inflacionario mucho más bajo que el actual, y con tendencia sostenible. Una política casi permanente, sin fecha de cierre establecida.
En el Gobierno quieren evitar así dos efectos naturales de los congelamientos convencionales de las variables: que sea sustentable y cumplible y que, en un escenario de muy alta inflación, el «descongelamiento» no redunde en un rebote de precios.
En pocas palabras, se busca un pacto más político que técnico, en el cual el Estado garantizará actualizaciones periódicas y lógicas de algunos valores, pero actuando con dureza extrema con aquellos empresarios privados de la alimentación que no se suban al acuerdo de estabilización.
El tema es, por lejos, el más delicado de la economía, no sólo para Massa y el presidente Alberto Fernández, sino para la vicepresidenta, Cristina Kirchner, que apuntó los cañones al rol del sector privado en el acto de la UOM el viernes último, en Pilar. Para el Gobierno en su conjunto, estabilizar los precios es la única carta que lo pondría competitivo en las elecciones del 2023.